domingo, 8 de febrero de 2015

Tela de araña


Cuando la esperanza es improbable la alternativa es el suicidio.

En la enmarañada tela de araña de relaciones tejida por la familia,
su centro va a ser un nudo escurridizo que acabará estrangulando a cada uno de sus miembros.

Si los esfuerzos por deshacernos de esos hilos casi imperceptibles, que nos conducen a ser tragados por la araña monstruosa resultan vanos, el suicidio consciente o no, se presenta como liberación. Es la única forma de romper la tela de araña.

La política familiar tiene su fin en la destrucción del individuo, en la destrucción de su autonomía. Los miembros de la familia llegan a ser simples marionetas. Los hijos son meros juguetes de los padres.

El entramado de relaciones es complejo. 
La mente centro racional y el cuerpo centro sensible cuyo funcionamiento como  unidad indisoluble forman la esencia humana son aniquilados y separados.
La racionalidad y el sentimiento quedan destruidos.
En su lugar aparecen el sentimentalismo y la irracionalidad regidos por mecanismos afectivos cuyo centro podría estar situado en el corazón como ellos mismos pretenden.
El corazón disociado de la mente y del resto del cuerpo es el centro del chantaje, del melodrama, de los celos.
El corazón es el centro de la tela de araña.
El telar de su motor aunque complejísimo en su estructura es muy sencillo en su funcionamiento.
Basta con tirar de uno de los múltiples hilos para que el corazón de la marioneta que es el hijo, se comporte como habíamos establecido.
Comportamiento programado semiinconscientemente por los padres para que el hijo sea y actúe como ellos desean.
El hijo es el juguete que los padres nunca tuvieron. 
La realización de su frustración  vital.
Falsa realización que implica el aniquilamiento de los otros miembros cuyo ser  se ve dificultado y ahogado por esa red de relaciones.

Las salidas escasas y laberínticas, angustiosas, solitarias y terribles empiezan o terminan en la locura.
El enterramiento es la integración, el comportamiento normal y establecido del no-ser de la tela de araña y el corazón plañidero.
La liberación total y única comienza por desenredar la madeja.
Es un proceso lento que trata de desligar los hilos que nos mantienen en la tela de araña frente a la araña voraz.
Hemos de salir de la tela jaula sin ni siquiera llevar un hilo prendido en la chaqueta.
No se trata en principio de matar  a la araña, sino de desenredarnos conscientemente de sus hilos tentáculos.
La araña familiar teje su tela en nuestro comportamiento.
Aunque matemos a la araña la tela sigue enredada dirigiendo nuestra conducta. 
En esa conducta, nosotros somos meras arañas que seguimos confeccionando telas en las personas con quienes nos relacionamos.
Nuestra tela de araña ha sido confeccionada por nuestros padres, convertidos en arañas por sus padres respectivos.
Si no nos desembarazamos de la tela de araña y dejamos de ser arañas, seguiremos confeccionando telas de araña.
En una unión relacional, comunicacional, no política, no legal, el compromiso debe estar en el máximo autónomo, libertario, existencial, que consiste en o dejarse caer en la tela de araña propia, una vez desenredados de todas las telas de arañas.
El matrimonio político, legal, es la institucionalización de la tela de araña creando hijos arácnidos en un ciclo permanente de telas de  araña.
La tela de araña se extenderá automáticamente hasta los antepasado de cada miembro de la pareja con los que la pareja ya se encuentra ligada –padres políticos, hermanos políticos, etc.- , hasta perpetuarse en los hijos, nietos y estos seguirán extendiéndolas en sus relaciones “políticas”. 
En este telar político todos los miembros familiares son victimas.
Padres e hijos dejan de ser hombres, para ser arañas.
Toda la plusvalía afectiva capitalizada va a parar al centro institucional, al corazón de la política, que es el estado.
El estado es la gran araña.
Allí es donde reside el interés de que la enorme tela no sufra ninguna fisura.
Porque en los nudos de esa tela permanecen atadas la individualidad, la autonomía, la libertad, de cada persona humana.
El estado es antagónico de la individualidad.
La realización humana basada en la potencialización de sus capacidades individuales y exclusivas, en la creación y  comunicación auténticas encuentra su adversario central en el estado.
El estado sigue hacia adelante regalando máscaras  de libertad, concediendo caritativamente reivindicaciones secundarias basadas en el bienestar económico pero sigue cercenando con el complot de todos los ciudadanos convertidos en arañas, la auténtica libertad individual.
Porque sabe que ahí reside su destrucción. En la unión de las individualidades en lucha por su individualidad  total.
El poder económico reside en la moral, en la cultura.
Y la base está en la reducción del ser hombre en araña.

sábado, 7 de febrero de 2015

La propia muerte


Tuvo la suerte, más bien la desgracia, de asistir a su propia muerte, a su funeral y a su entierro. 
No estaban en él todos los que debieran y algunos de los que estaban como las moscas cojoneras estorbando en todos los sitios. 
La muerte entierro funeral fiesta no fue todo lo grande que el finado creía merecer, mejor no haberlo visto. 
Fue una experiencia desagradable, menos por vivir la propia muerte más porque hubo poca pena. 
Era un muerto indiferente. 
Solo algunas personas lloraron de verdad la pérdida, otras más daban el pésame educadamente pero la mayoría estaban por estar, porque les pilló allí el suceso, por hábito o por obligación moral.

            Para esto no merece la pena vivir, o mejor dicho, no vale la pena morirse. 
Cuando uno se muera que se esté de verdad muerto. Seguramente todos habremos asistido alguna vez, más de una vez, a nuestro propio entierro pero ninguna experiencia tan mala como la primera. 
Es preferible matarse antes que asistir a la propia muerte.