ni los gritos

ni los gritos ni los ayes ni una angustia rota por mil cadáveres   ni un amor condenado a olvidar   ni un muerto solo con su polvo   ni tu ni yo solos en un abrazo   ni el mundo ni nadie   ni una piedra ni un árbol ni la sangre huyendo hacia otras soledades  ni el cielo ni el mar ni el aire ni las olas ni las aves  ni otros besos  ni otra vida  ni otra cama  ni otra carne  nada ni nadie

Estatuas de carne

 Estatuas de carne

Calcinan mi carne.

Abarco ansioso

su inaccesible paisaje,

su grata geometría,

la apetencia de

su improbado sabor:

hambre de hombre.

Caminamos por ti, soledad,

Caminamos por ti, soledad,

Por huir del infinito dolor de la memoria

Áspero reposo de conciencia

Pena de amigo enemistado.

Nos encontramos, soledad,

Desiertos

Ni puños ni cabeza, soledad,

Entre cardos y ortigas sin ayuda.

Polvo y humedad en el subsuelo,

Fondo inhóspito yo,

Yo, yo, yo,

Frente a frente mis dientes carnívoros,

Mi mente

Amor y lucha entre el mísero cuerpo

Y alma lóbrega.

Inutil equilibrio

Inutil equilibrio

                           Navego

De tu pierna a tu brazo

De tu alma a tu cuerpo

                      Con ansia

Te aspiro profundo, lento,

Recreándome de gozo

                        De súbito

Ruedo asfixiado

Por el más leve polvo

                         Ahora he muerto

Ni sed hay ni hambre

                         Luego

Vendrá la vida, el sufrir,

El no poder vivir sin comer.

                          Te beberé

                           Y otra vez,

                          Habré muerto.