viernes, 19 de junio de 2015

Tratado del saber vivir....


Los que hablan de revolución y de lucha sin referirse a la vida cotidiana, sin comprender lo que hay de subversivo en el amor y de positivo en el rechazo de las obligaciones, tienen un cadáver en su boca (R. Vaneigen – Tratado del saber vivir para uso de las nuevas generaciones-)

Se exige un esfuerzo por parte del receptor para que estas palabras, carentes de valor en el papel, cobren vida en el interior de sí mismo y se vea reflejado en la práctica.

Todo acto consumista ha de ser rechazado, trátese de cultura  (ideas, música, libros…) o de electrodomésticos. Nuestra mente no es un banco de acumulación de conocimientos sino un instrumento para deglutir la realidad e introducir un cambio en nuestra vida.

El cambio exigido no es de mentalidad sino existencial.

Para hacerse imperecedero, el capitalismo  sirviéndose de la educación, se ha instalado en nuestras conductas, se ha encarnado en nuestros músculos, en nuestras conductas.

La liberación, comenzando por la mente ha de llegar hasta los testículos (Reich /  Grotowsky) ente y cuerpo, como teoría y acción, han de ser indivisibles.

Mediante la familia, la racionalidad ha sido destruida y la inmensa necesidad del placer de vivir ha quedado reducida a un aparato instintivo rudimentario. Su lugar lo ocupan los mecanismos afectivos, eje central de la manipulación social.

Para que el objetivo capitalista se cumpla con éxito las personas son desposeídas de sí mismas, sufriendo una metamorfosis que las convertirá en máquinas de trabajo y en cerdos consumidores.

Ausentes de sí, parcelada y aislada su vida interior, ignorando qué se es y dónde se está, la realidad se hace imposible de aprehender  y la super-explotación se ve natural.

El estado se asienta sobre una profunda división y separación (1) del ser; (2) de las ciencias; (3) de todos los ámbitos de la vida; (4) de la colectividad.

Se parcela y aísla nuestra existencia y la realidad; las parcelas se hacen entre sí contradictorias y antagónicas, pero en cada una de ellas el poder se instala y engorda cómodamente.

Analizando y luchando por una parcela perdemos de vista todo el conjunto. Hacemos 2 horas al día la revolución, el resto del tiempo estamos inmersos en las costumbres capitalistas reproduciendo sus relaciones sociales de producción.