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miércoles, 22 de mayo de 2024

RITUALES



RITUALES – 

 

Abordar el tema de los rituales, con el objetivo de hablar mal de ellos, o al menos, cuestionarlos, puede ser una tarea fácil, sin problemas, o puede llevar, por el contrario, algún riesgo, ya que suponemos que los rituales son aceptados como algo normal, lógico, tradicional, incluso bueno, y que no puede ser tema de conflicto de ningún modo, luego, cuestionarlos, ponerlos en entredicho, o peor aún, hablar mal de ellos, incluso considerarlos perniciosos, puede entonces resultar conflictivo, más aún muy conflictivo. 

Porque estamos llenos de rituales que nos adormecen, nos engañan, nos lastran, y nos hacen creer supermanes.

Pues allá vamos. 

Dediquemos estas líneas a cuestionar los rituales e incluso, considerarlos una costumbre muy perniciosa. 

-Como toda costumbre-.


Los rituales son eso que hacemos -o hacen muchas personas- a menudo, seamos religiosos o no, pertenezcamos a alguna congregación, gente o masa, milicia con cuartel o sin él, amemos la guerra o la odiemos, comamos o bebamos en compañía, bailemos o vayamos al Mercadona, todos, unos y otros practicamos nuestros ritos y rutinas, que, aunque estas dos palabras no tengan el mismo significado, una puede casi nacer de la otra.

los ritos se basan en la rutina y ésta se nutre del rito. La rutina es hacer el mismo recorrido -o tarea- todos los días, por costumbre, con algún propósito consciente, o hacer por hacer según sople el viento, o vengan las ganas. 

El rito, los rituales, supone hacer los mismos gestos, los mismos bisbiseos, dar vueltas en círculos cerrados, taparse con el mismo manto, acometer ceremonias creídas importantes, y cosas por el estilo. 

Así rutina y rito se trasmutan y fusionan

Y todos tan felices sin comer perdices. Aunque creamos haber disfrutado comiéndolas



Los rituales sirven también como una preparación y por eso tiene alguna estima -o mucha- pero realmente ¿sirven para eso o realmente son otra cosa, y tienen un significado encubierto? – En cuanto introducción y cortejo o preparación dan seguridad, y por tanto propician el centramiento la atención, predisponen a ello, y la justificación con razón o no, de que los rituales sean buenos, pero yo lo dudo – focalizar la atención no debe ritualizarse, ello para mí significa mecanizarse, así el ritual te convierte en una máquina programada, lavadora o lavaplatos.

 

Por la rutina, la costumbre y la tradición, que nos mecanizan y atan al pasado, yo no los quiero y me parecen malos. Su propósito, intencionado o no, es anclarnos en el tiempo vetusto, no evolucionar, estar amordazados, comportarnos como autómatas, taponar la capacidad de pensar e inventar algo nuevo, porque nos causa temor, inseguridad nos mantiene con la coyunda en el pescuezo, con las antojeras sin quitar, impide probar, experimentar, gozar o sufrir, buscar, encontrar, avanzar, ser mejores. Porque la ceremonia obnubila, nos deja absortos, embobados, agarrados llorosos añorando las procesiones, los nazarenos, los militares con espadas y trabucos, los capirotes, el teatro espectáculo a lo bestia, mostrando oros y platas, todos asombrados, como si ello fuera real, o quizá atormentados por la falsa realidad peor que la realidad misma. Con la representación y la mascarada, quedan curados, vacunados, y cuando se presenta la realidad a boca jarro, ya lo han vivido, - el “deja vu” y el “como si” reemplaza a la realidad real, no simbólica ni representada, aceptamos lo dicho, lo representado, el teatro, “como si” lo hubiéramos vivido. -Y como nos deja vacunados, no tragamos ningún virus- Es el signo, la apariencia de lo hecho. Suprime al hecho por su simulacro. El ser humano es así, dicen, como una justificación o como desprecio, el ser humano está atrapado entre dos afectos contrarios, entre lo que es y lo que no, entre lo que quiere ser y no puede, entre el ser amo de sí mismo o ser esclavo de sí mismo, ser amo de los demás o ser esclavo de los otros, entre ser libre inseguro o ser atado y seguro, entre hijo obediente o desheredado, entre el tortazo y el beso, a pesar de la seguridad, entre la inseguridad y el abrazo libre. 


La mujer que aguanta la humillación, ignora o no siente la inseguridad, la incertidumbre de estar fuera, de correr libre. Es al fin y al cabo una persona no hecha, no madura, inmadura, arrastrada por la historia, que necesita la seguridad antes que la soledad incierta, que goza de la seguridad de pertenecer a otro/s. Alguien se hace a sí mismo desde la fragilidad, desde el dolor, llevando la contra a las normas, es poeta o filosofo porque se débil y roto. Si no sería futbolista, o rico, o magnate mangante -un cambio de letra-, o atleta, pero como es patizambo se pone a pensar, y así es distinto, y se siente superior a los demás, momentáneamente, está fuera del rebaño que es la tradición, la rutina y la costumbre, rompe con ello para sentirse diferente y superior. Y con esa representación simbólica se cree mejor, con la representación nos hacemos todos distintos y superiores, los que creemos malos y los que creemos buenos, nosotros. 

 

 

Los rituales parecen inofensivos, -no matan a nadie- pero no lo son. Los rituales son, uno de los medios sociales de manipulación y sojuzgamiento de las masas, de aborregamiento y obnubilación o hipnotización. 

-Uno de los medios de adoctrinamientos más desapercibidos porque parece neutral, -natural- y es tradicional, usado desde siempre y por todos-. 

Como si lo que hacen todos fuera bueno. Las ovejas se sienten unidas, acogidas, protegidas por un rebaño. En este contexto, para “ser” hay que “pertenecer a”.  La identidad propia, personal, no existe, o es escasa y rara. Eres oveja si vas con el rebaño – eres cerdo si vas con la piara, eres lobo si vas en manada, eres hombre si vas donde va Vicente, si llevas un escapulario, eres macho si tienes pene, eres hembra si luces tetas, … así es la vida de simple y bella. 

Por el contrario, la individualidad y la personalidad no definida y sólida, encuentra su potencia y seguridad en la pertenencia a alguna congregación, religiosa, política, social, al grupo que la protege. 

En estos casos, ser es pertenecer. Y los rituales son esenciales para ello. La pertenencia se asienta sobre una serie de rosarios de movimientos grupales.

 

Los rituales, vistos y oídos, son teatralizaciones simbólicas, representaciones más allá de la realidad, que tienen un significado distinto al que aparentan, como un sueño despierto, con el cual se quiere lograr algo de un ser divino y poderoso, para todos los participantes en el acto teatralizado, que se sienten pertenecientes al grupo que realiza la representación. 

Se sienten pertenecientes al grupo en cuanto que participan de ello. 

Su regla de oro es: participar para ser. 

Uno no es católico, por ejemplo, si no participa de sus ritos: misas, rosarios, procesiones, sacramentos. Uno no es del ejercito si no porta un uniforme con galones, demostrativo de su grado jerárquico, si no saluda a la bandera y le canta a la patria, si no participa de sus desfiles y de su ideología, si no promulga su amor a la patria. Representaciones y teatros, espectáculos ante las cuales el espectador se queda embobado. Y aunque no pertenezca a esa feligresía se siente arrastrado, conmocionado por ello.