Los que hablan de revolución y de lucha sin referirse a la
vida cotidiana, sin comprender lo que hay de subversivo en el amor y de
positivo en el rechazo de las obligaciones, tienen un cadáver en su boca (R.
Vaneigen – Tratado del saber vivir para uso de las nuevas generaciones-)
Se exige un esfuerzo por parte del receptor para que estas
palabras, carentes de valor en el papel, cobren vida en el interior de sí mismo
y se vea reflejado en la práctica.
Todo acto consumista ha de ser rechazado, trátese de cultura (ideas, música, libros…) o de
electrodomésticos. Nuestra mente no es un banco de acumulación de conocimientos
sino un instrumento para deglutir la realidad e introducir un cambio en nuestra
vida.
El cambio exigido no es de mentalidad sino existencial.
Para hacerse imperecedero, el capitalismo sirviéndose de la educación, se ha instalado
en nuestras conductas, se ha encarnado en nuestros músculos, en nuestras
conductas.
La liberación, comenzando por la mente ha de llegar hasta
los testículos (Reich / Grotowsky) ente
y cuerpo, como teoría y acción, han de ser indivisibles.
Mediante la familia, la racionalidad ha sido destruida y la
inmensa necesidad del placer de vivir ha quedado reducida a un aparato
instintivo rudimentario. Su lugar lo ocupan los mecanismos afectivos, eje
central de la manipulación social.
Para que el objetivo capitalista se cumpla con éxito las
personas son desposeídas de sí mismas, sufriendo una metamorfosis que las
convertirá en máquinas de trabajo y en cerdos consumidores.
Ausentes de sí, parcelada y aislada su vida interior,
ignorando qué se es y dónde se está, la realidad se hace imposible de aprehender
y la super-explotación se ve natural.
El estado se asienta sobre una profunda división y
separación (1) del ser; (2) de las ciencias; (3) de todos los ámbitos de la
vida; (4) de la colectividad.
Se parcela y aísla nuestra existencia y la realidad; las
parcelas se hacen entre sí contradictorias y antagónicas, pero en cada una de
ellas el poder se instala y engorda cómodamente.
Analizando y luchando por una parcela perdemos de vista todo
el conjunto. Hacemos 2 horas al día la revolución, el resto del tiempo estamos
inmersos en las costumbres capitalistas reproduciendo sus relaciones sociales
de producción.
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